Erase un vez, una familia muy rica que todos los años se iba de vacaciones por Navidad; habían estado ya en Canarias, París, Roma…; era una familia de 4 personas; el padre se llamaba Jaime, la madre Sofía y las dos hijas mellizas Elena y Paula. Paula era una niña muy cabezona que siempre quería salirse con la suya.
Ese año decidieron hacer un crucero, pero como Paula era muy cabezona y tenía un partido de fútbol, tuvieron que cambiar las fechas, porque sino Paula se quedaba sin ir al crucero.
Entonces, el día 29 de diciembre se despertaron a las 5:00 de la mañana y se pusieron en marcha para no llegar tarde al puerto. Cuando llegaron vieron que había muchísima gente esperando a la cola y tuvieron que esperar mucho tiempo.
Al subir al barco, los cuatro se quedaron asombrados; estaba decorado con adornos navideños, había luces por todas partes, tenían un árbol de 3 metros de altura para que los Reyes Magos dejasen los regalos, tenían todo tipo de cosas para no aburrirse; salon de videojuegos, piscina, pista de tenis, padel, campo de futbol, cancha de baloncesto, de balonmano…
Los cuatro días fueron espléndidos para la familia. Sofía se pasaba todo el día en la piscina tomando el sol; a Jaime le encantaba el ciclismo y se iba al gimnasio siempre que podía o sino Jaime y Paula echaban un partido de tenis que siempre terminaba ganando Paula. A Paula le encantaba el deporte, sobre todo el fútbol y siempre se ponía con el balón a dar patadas a la pared. Y a Elena también le gustaban mucho los deportes, sobretodo la natación y el fútbol y siempre estaba nadando en la piscina y luego se iba a jugar a fútbol con su hermana Paula. Todo era estupendo.
El quinto día empezó igual de bien pero según iban pasando las horas, el cielo se iba nublando y oscureciendo. Al mediodía, empezó a chispear un poco y al cabo de media hora comenzó a llover fuerte. El capitán del barco avisó a la gente de tierra sobre lo que estaba ocurriendo por si tenían que venir al rescate. Entonces todo el mundo empezó a alborotarse y a las 4 de la tarde empezaron a caer rayos. Todos los pasajeros empezaron a asustarse y entonces, los marineros y azafatas intentaron poner orden en el barco.
Según pasaba el tiempo la tormenta iba a más y por eso el capitán decidió ir a una isla que estaba a dos kilómetros, porque no se podía seguir navegando. Enseguida llegaron a la isla y decidieron pasar allí la noche. Aparte de que hacía mal tiempo, el barco se había roto por una esquina y toda la comida se había ido cayendo al mar durante el trayecto. Pasaron la noche con colchones y sábanas que cogieron del barco.
A la mañana al despertarse, los marineros se dieron cuenta de que no tenían nada de comida. Paula tenía mucha hambre y como quería comer algo decidió ir en busca de comida, pero no avisó a nadie.
Ya se había adentrado en la isla y de repente encontró un árbol lleno de fruta. Fue corriendo a avisar a los demás pasajeros de que había encontrado comida y cuando llegó, vio que el barco, su familia y todos los pasajeros habían desaparecido. Empezó a pensar y cayó en la teoría de que habían arreglado el barco y que volvieron a adentrarse en el mar para terminar su crucero; claramente se habían olvidado de ella.
Paula toda disgustada, comenzó a llorar, pensando en que nadie le quería y que iba a morir en aquella solitaria isla, pero al cabo de unas horas, le volvió la esperanza y empezó a construir una cabaña para poder sobrevivir en la isla y al finalizar fue a buscar aquel árbol que había encontrado lleno de fruta.
Había estado dos horas enteras buscando el árbol pero no lo encontró. Cada vez estaba más débil; no tenía ni agua ni comida y tenia que hacer algo hasta que alguien viniese a rescatarle. Mientras, ella, seguía buscando algo con lo que poder sobrevivir y entonces vio una casita pequeña de madera, donde todo estaba decorado con adornos muy navideños y que desde fuera se veía como desde dentro salía una luz enorme y brillante.
Ella muy sorprendida de lo que estaba viendo, fue a tocar la puerta y pensó que iba a tener suerte y que alguien le daría comida. Se acercó suavemente y se dio cuenta de que la puerta estaba abierta, y por eso entró para averiguar quien se encontraba en la cabaña. Al entrar vio un ángel dormido en una cama y por no ser una maleducada esperó hasta que se despertase.
Cuando se levanto, el ángel muy sorprendido de que alguien había entrado en su cabaña, le preguntó:
-Hola muchacha, ¿qué estás haciendo en mi cabaña?
Paula entre lágrimas le dijo:
-Se han olvidado de mi.
Entonces Paula contó al ángel todo lo que le había sucedido y entonces el ángel muy triste le dijo:
-Lo siento mucho muchacha, y para que no estés triste te voy a conceder un deseo; puedes pedirme cualquier cosa.
Al principio Paula estaba muy dubitativa porque tenía la oportunidad de pedir cualquier cosa que le gustaría tener pero al final muy contenta le dijo:
-Quiero volver a casa y pasar las navidades con mi familia; porque es lo más importante para mi.
Paula cerró los ojos y cuando los volvió a abrir se dio cuenta de que estaba en su cuarto, en la cama y eran las 3:00 de la mañana; había sido todo un sueño.
Había sido uno de los sueños más interesantes y entretenidos que había tenido y a través de ese sueño se dio cuenta de la importancia que tiene la Navidad y también se enteró de que existía una cosa muy valiosa llamada: la magia de la Navidad, que al final le había salvado en su extraño sueño.
Finalmente, Paula se dio cuenta de que en todos estos años había sido muy cabezona y que tenía que pedir perdón a toda su familia por haber sido tan egoísta y cabezona.
A partir de ese momento, toda la familia fue feliz para toda la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario